miércoles, 10 de julio de 2013

CAPITULO 1 - El comienzo de una nueva vida


Había recorrido ya media colina del monte que estaba atravesando cuando se encontró un reguero donde logró rellenar una botella de agua con el fresco rocío del manantial que bajaba de la montaña. Era un buen lugar para descansar y no dudó en sentarse en un pedrusco que llamaba su atención para que aposentase su trasero.
Había perdido el rumbo del camino, y no había nadie a quien preguntar. De seguir por ese rumbo, no solo no llegaría al Refugio, si no que perdería la vida a manos de sus perseguidores.


Al fin y al cabo, nunca fue hasta ese día consciente de su poder. A pesar de haber sentido siempre algo de envidia por aquellas personas que  salían en los periódicos manejando las aguas o disparando fuego, nunca pensó que él fuese ese tipo de persona tras haber soñado en vano con ello y nunca haber despertado ese poder. Y sin embargo, el poder despertó en el lugar que menos lo esperaba, con las personas que menos lo esperaba y con los resultados más caóticos que nunca se le habría ocurrido tener. Quizás no era ya un secreto, pero de alguna forma toda la gente que le observó esa mañana podría no haber sobrevivido a semejante caos. Su vida ya no era humana, era uno de esos brujos buscados y había causado daño y destrucción involuntariamente.


Su alternativa era huir o dejar que le matasen. Por ello buscaba ese lugar llamado El Refugio donde muchos otros como él habían decidido vivir alejados de la sociedad corriente que les había tachado de asesinos y criminales.


Pasaron varios minutos de descanso, cuando unas voces parecieron distraerle. Una de ellas parecía algo protestona y malhumorada mientras que la otra era alegre y divertida, suave y risueña.

- Joder tío, ¡solo a ti se te ocurre pegarle una patada a un trozo de mierda!
- ¡Ya vale joder! ¡Pensaba que era una puta piedra!
- ¡Pues espero que no tropieces dos veces en la misma piedra!
- ¡Déjame en paz!


El muchacho al escuchar las voces sintió un escalofrío, pero estaba perdido en mitad del monte y esas personas eran las únicas a las que poder preguntar. Se puso en pie, tragó algo de aire y caminó hacia ellos, saltando de una zancada el riachuelo que descendia del monte. Su pelo azulado y revuelto atado en dos pequeñas coletas bajo sus orejas se revolvió con una rafaga de aire de la montaña y su llamativa camisa naranja llamaba la atención de sobre manera. Al ver a los compañeros, pudo distinguir claramente a uno con una larga melena rizosa y negra, algo escualido y con un par de katares enganchados en sus muñecas. El otro era casi lo opuesto, aunque de su misma estatura, era corpulento y con el pelo rápado, con una katana colgando de su cintura. Antes de que el chico dijera nada, ellos hablaron antes:
- ¡Ey, Sauro, ese chico es el que estamos buscando! - dijo el del pelo largo.
- Bueno, parece que estamos de suerte.- Sonrío el rapado.- ¡Ey chico! ¡Ven!
- Ee...esto...- El joven les examinó con miedo y decidió volverse y correr de ellos.


Parece las palabras que acababa de oir no le gustaban nada, acababa de escuchar que le estaban buscando. Y sin embargo, no los conocía de nada. Sin duda tenían que ser alguna especie de policias buscándole la pista para interrogarle y luego encadenarlo por lo que había cometido.


- ¡Joder, que se escapa! - Gritó el chico llamado Sauro, el del pelo rapado- ¡¡Paralo Pol!!
- ¡Odio esa frase! ¿Porque todo el mundo me la dice?
- ¡Que se escapa Pol! ¡Vete a por él!
- ¡Vete tu! Con tu poder eres mas rápido que yo.
- No gracias, ya pisé una mierda y no me apetece descalzarme para usar mi poder y pisar otra.
- Pues no te descalces, puedes usar tu poder igual.
- ¿Que dices? Si me transformo sin descalzarme destrozo las botas, ya llevo 4 pares arruinados este mes.
- Joder, tengo que hacerlo yo todo...
- Si tu nunca haces nada, puto vago.


El chico corrió colina arriba, siguiendo el reguero de agua, cuando se dio cuenta de que mientras mas subia, mas ancho se hacía. Se dispuso a saltar al otro lado del riachuelo pero por algún estraño motivo, su zancada no sirvió, esta vez había metido el pie dentro y comprobó que la profundidad era muchisimo mayor de lo que se había imaginado, había cubierto hasta su rodilla. No era tan profundo ni de broma, cuando cargó agua apenas eran unos centimetros de profundidad. Algo raro le pasaba a ese riachuelo, asi que decidió sacar la pierna de ahí dentro. Y sin embargo, no pudo. El agua se había agrupado de forma que algo parecido a una mano le estaba sujetando la pierna y le impidía escapar.
- Te tengo muchacho- dijo jadeando el melenudo mientras subía por la colina a paso rápido.
- No te vamos a hacer daño - añadió su compañero caminando tras de él.
- ¿Quienes sois...? - preguntó el joven extrañado con miedo en su cuerpo.
- Yo soy Pol, y este es Sauro. Hemos venido a buscarte- sonrío presentándose.- ¿No eres tu el que la ha liado en el centro comercial?
- Lo mejor es que vengas con nosotros al Refugio.- añadió Sauro.
- ¿Al Refugio?- preguntó el joven extrañado- ¡allí es donde quiero ir!
- Pues allí te vamos a llevar, asi que andando.- Indicó Sauro señalando hacia la dirección por donde ellos dos habían llegado, por el oeste. - Pero primero deberías decirnos como te llamas.
- Lo siento, mi nombre es Zen Saigo. - dijo el muchacho presentandose mirando con terror la mano de agua que seguía agarrándole la pierna y la humedad le calaba en el calzado haciendolo sentir incomodo.- ¿Que... es esto?
- Es una mano de agua. - sonrío Pol- Tengo el poder de dominar el agua, asi que fue mala idea por tu parte escapar siguiendo este reguero.
- Lo siento... ¿puedes soltarme ya?- dijo el chico con una forzada sonrisa en la cara.
- Suéltalo Pol.- dijo Sauro- Es el niño del Centro Comercial y el mismo está buscando el refugio, no hace falta que le forcemos a venir con nosotros.
- Se supone que tendríamos que luchar o algo- refunfuñó Pol- ¿para esto hemos traido las armas?
- Cállate, suéltalo y vamos.  - Ordenó Sauro- No busques complicaciones, sabes que vendrán solas cuando no lo esperamos.
- Por eso las estoy esperando, para que no vengan-  sonrío Pol moviendo el brazo.


La mano de agua desapareció y Zen cayó en la hierba. Se sorprendió al ver que el riachuelo había vuelto a ser el pequeño reguero que era al principio, facil de saltar. Sin embargo, al incorporarse notó que el agua había penetrado en su calzado y que cuando empezó a caminar notó como su pie iba haciendo “chof, chof” a cada paso que daba.

Analizó a los dos individuos, no parecían mala gente, y por lo que habían comentado querían ayudarle, así que accedió a acompañarles sin oponer ninguna resistencia.

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